jueves, 19 de diciembre de 2013

Requiescat in pace














Descansa tranquilo, padre mío,
tranquilo en tu mundo 
libre del latido 
que marca los pasos...
Pasa, entra tranquilo,
no te quedes en la puerta,
recuéstate junto a ella.

Descansa tranquilo, padre mío.






Nunca fue un hombre de grandes logros, nunca se puso metas; no consiguió apenas nada. Solo vivió como una hoja mecida por el viento, dejándose llevar, sin ninguna resistencia, posándose después sin más...



Simple y cómodo miraba todo sin reproche. Nunca le gustó la polémica, ni discutir por nada (cosa que enfurecía a mi madre, siempre dispuesta...)
Trabajaba como un mulo y comía como un león. 
También regaba el estómago: nunca rechazaba un medio o dos, 
o eso decía cuando llegaba a casa, alegre y... con más de dos. 

No tenía recursos para dejar de seguir siendo como era, o quizás sí, pero nunca quiso abandonar esa especie de anarquía al margen de su familia que año tras año sus hijos veíamos perplejos. 
Su "pasotismo" , su "no meterse en nada", por un lado, nos beneficiaba; pero por otro, nos dejaba completamente huérfanos de su parte. 
Mi madre siempre compensaba su ausencia, el rol invisible de mi padre, un hombre bueno pero con demasiados defectos (según ella)...

Con el paso del tiempo, ya todos adultos, comenzamos a mirarlo como un hombre de carácter débil (eclipsado por el de mi madre, fuerte y autoritaria), siempre al margen de todo, aunque nunca marginado. 
Un hombre que casi siempre sonreía y jamás ofendía. 
Un hombre simple, tan simple que buscaba nada y todo lo encontraba. 
Un hombre sin problemas.

Convertido en abuelo, sus nietos consiguieron mucho más que sus hijos. Los achuchaba, los cuidaba, los consentía, jugaba con ellos...El abuelo ejercía como tal y no tenía que esforzarse. Veías a un hombre diferente salvado por unos niños que sin prejuicios agarraban su mano fuerte y corrían a besarlo. 
Un anciano afable y entrañable que se cargó de años y de achaques, pero que nunca se quejó de su suerte, de su vida, de sus circunstancias...



Cansado ya de respirar, se ha ido como ha vivido: sin hacer ruido, sin molestar apenas, sin grandes aspavientos y casi con la misma sonrisa ha cerrado con llave y se ha marchado lejos por una eterna temporada. 
Su vida simple, su existencia pasiva nos ha dejado huella.

Fue un hombre bueno que vivió sus últimos años regalando sonrisas, pacífico y cariñoso.


A la memoria de mi padre que se fue el pasado viernes 13 de diciembre de 2013.
Descanse en paz.













viernes, 11 de octubre de 2013

Coming Out Day

       

     No somos de juegos de azar, no de una manera habitual. Solemos comprar algún décimo de lotería por navidad, algún cupón de ciegos, una primitiva... muy de vez en cuando.
     
     Sin embargo llevamos unas semanas que nos ha dado por comprar un cupón de la ONCE; no todos los días, pero si tenemos ocasión, y vemos a un vendedor(a), allá que probamos suerte. 
     De esta manera hemos coincidido varias veces con uno que se pone justo en la puerta de nuestra cafetería preferida para desayunar. Es un hombre de unos 40 años, tiene un problema en una de sus manos, y parece que la visión no la ha perdido. Como quiera que nuestra nueva afición nos ha llevado a fijarnos, él en su afán de atraer nuestra atención siempre nos ha ofrecido:

- ¡Llévate un numerito rubia!, "pa ti y pa tu cuñá" (la "cuñá" se supone que soy yo).

     La rubia, que no soy yo, se acerca y elige un número (terminado en 1, 9, 8...). Junto a ella, la que no es la cuñada, que soy yo, está de acuerdo con el número elegido o propone otro, si le parece feísimo y que "eso no toca nunca". 
     Así hemos repetido esta escena varios días durante unas semanas.

-¡Llévate un numerito rubia!, pa ti y pa tu cuñá.

     Y nosotras dos, sin ser cuñadas, venga a elegir el cupón y sonreír por la chispa del "ciego": 

-Hazle caso a tu cuñá que te va a tocar... 

     El otro día, fieles a nuestra nueva afición, nos acercamos al vendedor y en esta ocasión yo no intervine en absoluto en la elección, me limité solo a esperar al lado de "la rubia". Ella compró el cupón y él señalándome le dijo:

-¿Tu cuñá no quiere hoy ninguno?

  Sin dudar le respondió: 
-No es mi cuñada es mi mujer, mi pareja, estamos casadas.

 De inmediato yo repliqué: 
-Vamos a medias, todo queda en casa...

     La cara del vendedor se transformó, ni rastro de su buen humor y gracieta. Serio y sin articular palabra devolvió el cambio, intentando asimilar lo que esas dos "cuñadas" le acabábamos de confesar (sería una broma, una cámara oculta...).
Nosotras dos nos fuimos sonrientes, charlando tranquilas sin más.


     Este viernes hemos vuelto a comprar nuestro "cuponcito". El señor vendedor nos ha ofrecido varios números y nos ha explicado algo sobre un nuevo sorteo de "sueldazos"... Sin ninguna tensión, relajado y afable, nos ha deseado suerte. 
No ha vuelto a mencionar a la "cuñá". 
Nosotras le hemos deseado un buen día.


     Hoy, 11 de octubre, dicen que es el día internacional de la "salida del armario". Sinceramente, no lo sabía. Me he enterado por tuiter. 
     
La visibilidad es fundamental si queremos vivir nuestra vida y no la que otros quieren. 








 

martes, 19 de marzo de 2013

UNA MOSCA EN UNA CAJA DE CERILLAS


Tenía una mosca encerrada en una caja de cerillas. Era una caja pequeñita pero suficiente para la mosca. Le había arrancado las alas y daba saltos incontrolados...no parecía afectarle su nueva morfología, sin alas.
     

No tenía más de ocho años, era una niña dulce y educada, o eso me dijeron después cuando fui mayor. Este ritual me acompañaba en épocas prolongadas y siempre la misma rutina. Antes que nada tenía que cazarla. Atrapar una mosca se me daba bastante bien. No recuerdo cuándo fue la primera, pero sí me di cuenta en seguida de que eso era una habilidad con la que yo había nacido.


Primero de todo, y una vez localizada la mosca, esperaba que se posara en algún lugar, accesible a mí por supuesto, y ahuecando mi manita derecha me acercaba sigilosa, sin respirar, hasta el animalillo. En una décima de segundo, ¡zas!, trincaba al insecto y mi mano cerrada, sin apretar, contenía el premio. Luego venía lo más delicado: abrir con sumo cuidado la mano e intentar coger la mosca, sin que echara a volar, con la mano izquierda y sujetarla sin presionar demasiado porque de lo contrario caía cadáver cuando la soltabas. Ahora se me antoja una operación bastante compleja para una niña de esa edad, pero yo no la recuerdo como difícil, o sería que de tanto practicar me perfeccioné y mis movimientos eran delicados y seguros hasta conseguir tenerla entre el índice y el pulgar de la mano izquierda, reteniéndola un segundo sin aplastarla, y con el índice y el pulgar de mi mano derecha disponerme a realizar la amputación de sus alas. Como si de una operación rutinaria se tratara llegué a hacerlo como quién pela gambas, despreocupada y sin problemas.


Una vez "des-alada" la mosca, la soltaba en el suelo y comprobaba su estado, la mayoría de las veces perfecta; sin alas, pero moviéndose y, para mi mente infantil, hasta contenta con su nuevo "look". Ya le tenía yo preparada su cajita de cerillos pequeñita pero ideal para estos casos. Antes de encerrarla en ella (no era ese mi objetivo principal) la observaba detenidamente, quizá intentaba captar parte de su morfología en la que encontrara algo que me diera la pista para ponerle nombre, eso era lo que más me costaba. Nunca conseguía rápido un nombre que me gustara...
     

Tras un rato de convivencia con mi mosca, podrían ser unos minutos, porque en la mente de un niño el tiempo está "zumbado", eso todos lo sabemos; aunque después creces y es una misma la que "se zumba" y el tiempo va como un reloj. Como digo, después de dejar que el animal saltara un rato, yo lo tocara otro rato, llegaba el momento , para mí de lo más natural, de guardarlo en su cajita para que descansara, protegerlo y sobre todo conservarlo como "mi mosca".
     

Según la necesidad que yo tuviera con mi recién adquirida mascota, abría la caja, la sacaba, la miraba y vuelta al encierro. Otras veces, olvidándoseme la caza, resultaba escalofriante volver a la cajita y encontrarte la mosca quieta, como durmiendo, más muerta y deshecha...
     


Nunca le metía comida porque yo no había visto una mosca comiendo, volaban sí, incordiaban posándose en sitios y cosas que los mayores ponían mucho interés para que eso no pasará. Quizá necesitaban agua, pensaba yo, pero eso era muy complicado de meter en una caja de cerillas...


No me parecía un animal sucio como oía por ahí. Me resultaba simpática su manera de ser tan pequeña y volando, y después sin alas, dando saltitos... Y qué iguales me parecían todas. Eso me dio que pensar bastante. En mi afán de cazar moscas un día sí y otro también para guardarlas después en la caja de cerillas, pude comprobar cuán idéntica es una mosca a otra. El hecho de que aparecieran muertas en su caja y la rapidez con la que yo podía reponerlas me animaba a continuar con esta práctica inagotable.
     

Mi madre una vez me pilló la cajita con la mosca dentro, todavía viva en esa ocasión. Su cara y su gesto de asco me pareció muy fuera de lugar. Me explicó no sé qué de enfermedades y que eso era asqueroso,vamos, que me lavara las manos mil veces y me olvidara de mi afición. Yo creo que mi madre, a pesar de su discurso, en el fondo estaba tranquila porque la caja era de cerillas, pero vacía, y a mí no me había dado por quemar algo, sino por cazar una mosca, cortarle las alas y meterla ahí, bien calentita.
     

No puedo recordar el momento en el que mi afición fue decayendo hasta no volver más a ella. Supongo que ya mayor comprendí lo inútil de esa práctica, además de cruel. Sin embargo, y aunque han pasado tantos años, cuando veo una mosca posarse en el cristal de la ventana me vienen imágenes de una niña con unas manos tan pequeñas... 




domingo, 20 de enero de 2013

20 DE ENERO DE 2006












20 de enero de 2006.  Una fecha para no olvidar: el día de mi boda.

Me casé con la persona a la que amaba y con la que llevaba veinte años compartiendo mi vida. ¿Nos casamos porque ya tocaba? ¿Queríamos formalizar ("legalizar") nuestra relación?¿Nos apeteció hacer ese contrato y celebrar ese día?
 
Una respuesta afirmativa a cualquiera de estas preguntas habría sido suficiente. En nuestro caso, independiente al motivo de nuestro deseo de casarnos, existió una poderosísima razón: "podíamos" casarnos. Se nos reconocía el derecho legal a poder contraer matrimonio siendo una pareja del mismo sexo.  Este "pequeño detalle" pesó más de lo que podéis imaginaros. Ver nuestra pareja considerada ya de manera igualitaria nos animó a decir "sí, quiero".


20 de enero de 2006.  Una fecha para celebrar: un día especial .

Cayó en viernes, día de San Sebastián.    
Fuimos el primer matrimonio de dos mujeres en el ayuntamiento de nuestra ciudad. La teniente de alcalde que nos casó nos regaló unas palabras muy emotivas que adornaron el enlace.  La prensa local nos esperaba. Nosotras, educadamente , rehusamos su ofrecimiento. Queríamos una boda sencilla y anónima. 
Celebramos y vivimos un día precioso, un día especial  por tantas cosas… 
Un día de felicidad. 


20 de enero de 2006.  Una fecha para recordar.

Contraje matrimonio con mi pareja de toda la vida, con la que había formado una familia, con la que compartía penas y alegrías.  Han pasado siete años y por más que haya quien diga que siente que su familia "tradicional" es atacada y está en peligro a causa de mi matrimonio, juro que el hecho de yo haber optado por pertenecer a ese club no va en contra de nada ni de nadie. 

La ley que ha permitido el matrimonio igualitario incluye a todos, no discrimina. Da, no quita. Y sobre todo dignifica la vida de las personas privadas de derechos por una sola razón: el sexo de la persona a la que aman.


lunes, 14 de enero de 2013

SIN HABLARNOS





     Hay días que estamos tranquilas, en el salón de casa, leyendo, escuchando música o simplemente mirando la tele. Horas en las que no hablamos, en silencio nos aplicamos en esas tareas que nos ocupan sigilosamente; tiempo de calma, de relax, o simplemente tiempo que pasa...
    
     Son momentos callados en los que el sonido es parte del decorado, del "atrezzo", de relleno o complementario de algo. Tú y yo, cada una en sus cosas, sin hablarnos.
    

     Yo leo mucho y me entretengo horas y horas buscando palabras que me digan algo. Tú creando, siempre probando un "look" apropiado que vista tu alma; con ganas de novedades, inquieta e inconformista, borrando lo que no sirve porque ya no vale, o no te vale a ti, y con eso basta.

     Son tardes, ratos, mañanas en las que no nos hablamos, embuídas en una labor concentrada y seria, como si de un trabajo importante se tratara. Sin interrumpirnos seguimos a "nuestras cosas", juntas en el espacio que nos concentra, en casa con nuestros perrillos pegados, estáticos y funcionales, siempre acoplados.

     Y en ese tiempo, que no medimos, en el que calladas no hablamos sino con miradas de reojo o descaradas, tú, a veces, me sonríes, no dices nada; otras, sigues callada y tu respiración armoniza tanto con la casa que parece que laten contigo las paredes, el techo, el suelo; toda la casa respirando por ti, a través de tu boca, por tu nariz y todo transpira con tu aroma, un olor a espliego, a canela, a menta fresca, como si tú fueras la atmósfera que da la vida existiendo.