martes, 17 de marzo de 2015

La suerte de haberte conocido





                                                                                                                                                                         
Hoy hemos estado charlando otra vez sobre el tema de la suerte...



Tú comentabas que habíamos tenido mucha suerte al habernos encontrado como pareja. Yo te he respondido de inmediato que no creía que fuera un "golpe de suerte" el que tú y yo estemos juntas, durante tanto tiempo, amándonos, compartiendo nuestras vidas, ya confundidas la una con la otra. 

Muchas veces se concibe el tener suerte, buena suerte, como algo que te viene de fuera, donde tú no participas en absoluto, no pintas nada. Yo a ese tipo de suerte, en la que uno no actúa, la llamo azar. Ese azar que hace que te toque la lotería (algo bueno, en principio) o que casualmente te caiga una teja en la cabeza y te mate (mala suerte, muy mala). Ese accidente fortuito que te afecta, para bien o para mal, no me gusta llamarlo suerte. Eso es el azar jugando con nuestras vidas.

Me gusta pensar que la suerte, sobre todo la buena suerte, es algo que yo busco y me curro un poco. Tener suerte en la vida es sentir un equilibrio entre lo que has conseguido y lo que inevitablemente has tenido que perder. Vivir es estar continuamente eligiendo: cuando eliges una cosa siempre renuncias a otra. Incluso en el caso de que puedan ser compatibles, nuestros objetivos muchas veces nos obligan a alejarnos de otros. 

Pero la suerte, tal y como yo la considero, implica un sentimiento, una conciencia de ser. Por eso yo prefiero decir que "soy/me siento afortunada" cuando me paro a pensar en mi vida en general, haciendo balance y siendo consciente de mi recorrido vital. Tener fortuna (por supuesto no me refiero a dinero) en algún aspecto personal, siempre va unido a una apreciación particular, individual, que te lleva a afirmar soy o no soy afortunado/a en tal o cual cosa. Cualquiera, intentando verlo de una manera objetiva, te puede decir que eres muy afortunado; pero no es hasta que tú lo puedes ratificar que eso tenga sentido. 

Creo que en muchas ocasiones utilizamos "suerte" muy a la ligera. De ese modo se le suele comentar a alguien que tiene mucha suerte porque disfruta de una pareja estable a la que adora y es correspondido, una profesión y puede vivir de ella, unos hijos educados, una casa, un coche, una familia, unos amigos... Es cierto que en la consecución de todo ello puede que actúe el azar (aunque sea un mínimo): hechos puntuales que inician algo; pero si tú no decides, piensas, ideas, proyectas y/o actúas, nunca se transformarían en el "logro" que te hace "sentir afortunado".

Así que yo no creo en la suerte. Ni buena, ni mala. Creo en la constancia de un deseo; en la paciencia ante lo que tarda en llegar, en la motivación, en el trabajo, en la lucha por ser, por tener, aquello que sabes y sientes que te hará feliz, que te hace encarar la vida, tu vida, como un viaje en el que tú has elegido el itinerario y has llegado sano y salvo a tu destino. Yo quiero "tener qué ver" con lo que pasa en mi vida, ser responsable y asumir mis aciertos y mis errores.

Ahora, mi amor, te digo que somos afortunadas, porque tenemos una vida bonita con nuestros perrillos... Una vida a dos que nos equilibra, que nos compensa por todo lo que hemos ido dejando en el camino, por todo lo que la adversidad ha podido arrebatarnos. Sentirse afortunado es "estar ok" con la vida, a pesar de los pesares.


Y vosotros, ¿os sentís afortunados? ¿Creéis que puede depender de vosotros (nada, algo, poco, mucho o todo) tener suerte en la vida? 





domingo, 1 de marzo de 2015

¿Te gustan los perros?





Desconfío de las personas a las que no les gustan los perros.
No quiero decir que tengan que ser amantes de ellos. No es eso. 
La cantidad de pasión que se ponga en ese gusto no me importa. 

Son aquellos que solo dicen "a mí no me gustan los perros", como quien afirma que no le gusta el queso, o los días de lluvía, los que me hacen mirarlos con recelo. Y es curioso, porque mi manía de no fiarme es al escucharlos decir eso. Es inmediato. Si lo piensan y no lo dicen..., pase; si no necesitan verbalizarlo puede que en el fondo esperen algún día conocer a su perro ideal. 

Esa gente que necesita decirlo mirándote a los ojos y sabiendo que tú los adoras. De esa, es de la que más desconfío, porque sé que cuando expresan su opinión están haciendo ostentación de su carencia. Y, perdonad que os diga, no hay nada más patético que eso. Podréis alegar, y con razón, que porque a alguien le gusten los perros no siempre es garantía de buena gente. Cierto y real. Por eso, lógicamente, no confío ciegamente en una persona a la que le gustan los perros: puede que le gusten y ser un impresentable total. 

Lo que me pasa y no puedo evitar, cuando oigo a alguien decir con pavoneo que no le gustan los perros, es sentir esa afirmación como un puñetazo en el estómago, es estar segura de que lo que en realidad se esconde detrás de eso es un desprecio mayor. Así que, y hasta ahora no me he equivocado, cuidado con los que no les gustan los perros: pueden morder.